MI HIJO NO QUIERE ESTUDIAR ¿QUÉ PUEDO HACER? (Parte 2)
En el artículo anterior comenzamos
a perfilar algunas de las variables que influían en el proceso académico. Si
bien todo lo dicho hasta ahora es válido para edades relativamente tempranas,
creemos que es más adecuado plantear todo esto para estudiantes a partir de los
10-12 años.
Nos quedamos hablando de los
estilos cognitivos y en este artículo lo haremos de la motivación como variable
esencial en el proceso educativo. Aunque, si lo pensamos detenidamente, la
motivación es algo que nos puede ayudar en cualquier terreno de la vida porque,
sin ser necesaria la motivación ni ser realmente una razón para hacer las
cosas, bien cierto es que ayuda mucho a hacerlas.
Trataremos la motivación como una
cualidad global que contiene intereses, actitudes, expectativas, facetas del
autoconcepto y la autoestima, así como factores contextuales como el clima del
aula, relaciones con los profesores e iguales y las relaciones con la familia.
De todo lo que hemos abordado y
abordaremos, considero que es uno de los temas más importantes.
LA MOTIVACIÓN
La Real Academia Española define
motivación como la “acción y efecto de motivar” así como “motivo”. La raíz
latina de la palabra alude al movimiento, así que podemos definir la motivación
para nuestro objetivo psicológico como el grado de activación de una persona que la impulsa y dirige a lograr un objetivo.
De aquí sacamos algunos elementos críticos para comprender de qué hablamos en
un terreno práctico: se trata de una activación que tiene cierta à dirección hacia un à objetivo.
Toda estrategia que nos permita
mejorar la activación, designar una dirección y establecer unos objetivos
contribuirá a mejorar la motivación y a facilitar los procesos que la
sustentan.
No podemos resumir aquí las
distintas teorías que sobre este proceso se han confeccionado, ya que son muy
extensas y la explicación psicológica de cada una excede las pretensiones del
presente escrito. Por ello, animamos al lector interesado que las consulte en
las referencias al final (Ver NOTA 1)
Independientemente de cómo se
intente explicar la motivación, podemos decir que en cierto modo “la
necesitamos” para cualquier actividad que desempeñemos. No discutiré aquí los
principios del sistema verbal humano que rebaten esta afirmación (y muchas
otras comúnmente aceptadas) desde la óptica del condicionamiento operante de
B.F. Skinner, porque lo que nos interesa es ayudar a tener algunas ideas claras
y no liarnos más.
La motivación, como energía que
hemos dicho que era, puede estimularse teniendo en cuenta una serie de pautas.
Tomaré las que el Profesor de la UNED, Gonzalo Sampascual Maicas (2) expone en
su manual, adaptando algunas cosas y comentándolas:
1. Clima adecuado en el aula.
La
motivación aumenta cuando el alumno tiene un contexto adecuado en el aula,
habiendo seguridad y respeto por los demás. Muy importante en la creación de un
buen clima es la figura del profesor, ya que es quien debe mantener una
autoridad, un programa de formación y a la vez saber ser flexible y cercano.
Un profesor
motivado y motivante puede ser un estímulo importante para los estudiantes y
lograr espolear la curiosidad y las ganas de aprender.
En contrapartida,
un profesor desmotivado, cansado o quemado puede resultar nefasto para los
estudiantes, especialmente para aquellos que están poco inspirados o tienen
algún tipo de dificultad.
2. Clima adecuado en el hogar.
Uno de los
elementos críticos para que un estudiante tenga unos buenos resultados es que
reciba un apoyo más o menos manifiesto en casa. O al menos, que no reciba un
apoyo negativo por parte de la familia. Aunque no se ayude, al menos que no se
fastidie.
Hogares
donde los dos padres trabajan, están muy ocupados, donde no hay normas, donde
hay un conflicto familiar, etc… son poco estimulantes para el estudio.
Igualmente,
en el hogar se debe fomentar el trabajo duro pero sin pasarse. No se trata de
que el niño viva por y para el instituto, ni de que sea el garante de una
tradición familiar frustrada, o de que tenga que estar estudiando 10 horas al
día. Ustedes cuando llegan a casa después del trabajo no siguen trabajando… ¿O
sí? En caso afirmativo, les diremos que dedicar tiempo a sus hijos es
fundamental, ellos necesitan atención no sólo cuando haya problemas en los
estudios, la necesitan para cualquier otra área de su vida.
Importante
también es no estimular competición entre hermanos, ya que eso genera tensiones
que no ayudan en nada al ambiente de motivación y puede generar frustración si
hay algún suspenso.
Tampoco se
debe ligar el cariño o la atención a los aprobados, su hijo es su hijo suspenda
o apruebe. Si le genera malestar su vagueza o los malos resultados, aprenda a
afrontar ese malestar y no permita que se interponga entre Usted y su hijo. No
hacerlo así supondrá un verdadero problema, donde el riesgo a que se bloquee la
comunicación afectiva se hará patente y empeorará la situación.
3. Trabajar conforme a objetivos y contenidos basados en
el aprendizaje significativo.
Esto se
logra explicando a los alumnos qué se espera de ellos y logrando transmitirles
lo necesario que es que comprendan lo que se pide de ellos. Nuevamente es el
profesor el que puede y debe tratar de ayudar al alumno a integrar esos
objetivos en la vida cotidiana del alumno ya que, no lo olvidemos, no debe
haber muchos jóvenes adictos a las matemáticas o que suspiren por un análisis
morfosintáctico de un texto.
Estudiar es algo impuesto y no suele ser
considerado algo divertido o apetecible por los estudiantes. No esperemos que
les guste estudiar, porque eso no ocurrirá casi nunca.
Por ello, y
especialmente cuando los contenidos sean densos o pesados, el profesor deberá
hacer más asequible esta tarea de aprender. No acabo de comprender la sensación
de algunos profesores (no pocos) que, ante el fracaso de los alumnos, atribuyen
esos fracasos a los alumnos por vagos, incapaces, lentos, etc… sin pensar ni
siquiera un momento que a lo mejor ellos son parte del problema.
La
responsabilidad es un concepto de doble sentido, la tienen los alumnos que
deben comprender y asimilar unos contenidos, pero también la tienen los
responsables de que este proceso ocurra Y eso hace que los profesores deban
comprender su parte de responsabilidad en este asunto.
4. Provocar la disonancia o conflicto cognitivo.
Sí, el
conflicto es necesario. Y de hecho, debe ser la pauta básica a seguir para
enseñar. El desequilibrio en los esquemas cognitivos que obliga a una
reconstrucción que incluya los nuevos contenidos es la base del aprendizaje así
que debe ser conocido y estimulado.
Nada
ilustra más esto que cuando un niño comete un error al desobeceder a sus padres
y recibe una descarga eléctrica por andar trasteando con un enchufe que le
dijeron no tocara… aun sin ser castigado por los padres, el niño aprenderá
rápido a no repetirlo dadas las contingencias sufridas. En este caso, no se
trata de aplicar este principio al aprendizaje, sino de aprovechar que el
conflicto es algo que genera mucha energía y que ésta energía bien reconducida
podrá ayudar al aprendizaje. Debemos fomentar y estimular la curiosidad, retar
al estudiante… y premiarlo cuando acepte el reto.
Los niños
tienen una tendencia innata al aprendizaje, si algo la trunca, será difícil
recuperarla. Y ahí los profesores deben ser conscientes de que de su actitud
depende mucho del resultado. Si un profesor es dinámico, inquieto, provocador,
cultivado, etc… eso podrá ayudar a los jóvenes a captar ese rastro. Aunque no
se lo crean, los niños están siempre captando información y eso es muy
importante tenerlo presente.
Igualmente,
los padres pueden estimular este conflicto mental intentando generar debates en
casa sobre temas que generen interés al estudiante y, sobre todo, animando para
que encuentre la solución tras un proceso de razonamiento y búsqueda.
5. Ayudar a crear expectativas adecuadas y realistas
acerca del propio rendimiento.
Para ello,
el profesor deberá saber cómo hacer que el alumno consiga poco a poco
resultados, de manera que esos pequeños éxitos le vayan reforzando su
autoconcepto como estudiante capaz y a la par vaya aprendiendo que, con lo que
resulta difícil, hay que esforzarse a fondo. Así, se aprenderá el valor del
trabajo a largo plazo, tan necesario en nuestro mundo actual.
Ni qué
decir tiene que la familia puede apoyar en este punto muchísimo al estudiante.
¿Cómo? En primer lugar, dejando que el estudiante con exceso de confianza y
poco trabajador se pegue su propio batacazo y exigiéndole un rendimiento como
haría cualquier jefe con un empleado. ¿Conocen a algún jefe que ante un
empleado que ha cometido un error le suba el sueldo y encima le haga él la
tarea? Entonces... ¿por qué hacen eso algunos padres con sus hijos cuando
fracasan?
He visto
padres estudiando más horas que los propios hijos, haciendo sus deberes, etc…
en definitiva SUPLANTANDO el esfuerzo del hijo para intentar que aprobara.
Pero
veamos… si estudiar es dedicar tiempo, así sólo se consigue que el niño sepa
cada vez menos porque el esfuerzo de aprender recae sobre otro… con lo que la
responsabilidad se va haciendo cada vez más pequeña… y encima le estamos
enviando un sutil mensaje a modo de sugestión indirecta al estilo de “como tú
no eres capaz de hacerlo, lo haremos nosotros por ti”. Se mire como se mire,
resulta nefasto para todos.
Si un niño
suspende, no tiene por qué pasar nada (no es el fin del mundo), pero desde luego
tiene que enmendarlo estudiando más o mejor para aprobar y pagar las
consecuencias. Si el niño suspende y no se produce ningún cambio… le estaremos
mandando un mensaje un tanto contradictorio. Y ante la posibilidad de tener lo
mismo trabajando menos… ¿qué creen que elegirá el estudiante? ¿Acaso no harían
eso Ustedes si en su trabajo les dijeran que trabajaran la mitad por el mismo
sueldo?
Por ello,
el suspenso debe considerarse como un objetivo no logrado y por ello, debe ser
castigado adecuadamente. Pero sin acritud, ojo. Se trata de aceptar el fracaso,
pero castigándolo para que se corrija, como se hace con cualquier
comportamiento inadecuado. Porque partimos de la base de que el suspenso viene
derivado de un estudio insuficiente. Confiamos en la idead de que con un tiempo
de estudio suficiente, los contenidos pueden dominarse.
Y mucho ojo
por parte de los padres cuando, al poner un castigo, aparece la culpabilidad y
el sentirse mal y se pretende enmendar eso con un regalo o levantando el
castigo, porque entonces estaremos generando una ambigüedad para con las normas
que no ayuda nada. Y eso sólo refleja que quien tiene el problema no es el
estudiante, sino los padres. Y si los padres no forman parte de la solución,
peligro, porque podrían suponer formar parte del problema.
Es
importante tener presente que en caso de fracaso es muy importante aquí de
nuevo la figura del profesor ya que, basándose en el manejo de la relación
interpersonal con el alumno, deberá saber ayudar a éste a hacer una atribución
correcta de las causas del suspenso… y esto es en muchas ocasiones el aspecto
donde se acaba negociando el fracaso o el acierto con los estudios
Si el
profesor está quemado, no está muy convencido de lo que hace, no le gusta
enseñar o no le gustan los estudiantes, contribuirá a que el estudiante haga
una atribución de sus resultados a la falta de capacidad y por ello, puede
aparecer la desmotivación al generarse la idea de que no podrá lograrlo. Y con
esa perspectiva… ¿quién se pone a estudiar con toda la energía para un examen
de matemáticas difícil
Si el
profesor está concienciado, disfruta de su trabajo, le gusta la relación con
los alumnos y además tiene una mentalidad sana, seguramente podrá ayudar para
que el estudiante llegue a realizar una atribución más relacionada con la falta
de esfuerzo… lo que viene a ser la idea básica que estamos exponiendo. Siempre
resulta más positivo que el estudiante piense que ha suspendido por no haber
estudiado lo suficiente a que crea que ha suspendido porque no tiene capacidad
suficiente o porque es un poco retrasado
Como ven,
esta diferencia es un punto crítico en cuanto a las expectativas que la persona
se puede hacer, ya que en el primer caso tenemos cerca la desesperanza e
indefensión de la que hablamos en el anterior artículo y en el segundo vemos
que el estudiante podrá asumir ese impacto saliendo de él reforzado con la idea
de que trabajando más podrá lograrlo
Ni que
decir tiene que la familia también puede ayudar en este proceso de la correcta
atribución al sancionar las conductas de “vaguería” y suspenso, apoyando y
premiando las conductas de éxito, dedicación, estudio, etc.
6. Debe fomentarse en el aula la cultura del aprendizaje,
no únicamente la cultura de la evaluación.
Esto es
importante porque al final podemos acabar teniendo estudiantes hábiles en
aprobar exámenes que memorizan como papagayos unos contenidos que no alcanzan a
comprender. Aunque les cueste creerlo, esto ocurre incluso en el nivel
universitario, más de lo que se puedan pensar.
Se trata de
aprender, de darse cuenta de que se puede memorizar y relacionar los contenidos
y que con ello nuestra mente se hace más fuerte, más flexible, más eficiente y
eso nos da más herramientas para solucionar los problemas que la vida nos pone
delante.
Y una de
las mejores maneras de aprender es ayudado por un profesor que guíe ese
proceso, ayudando a evitar la ansiedad e inhibición ante la evaluación,
estimulando una sana competición por el aprendizaje sin caer en las
comparaciones innecesarias con otros alumnos y ayudando a través del
aprendizaje a construir una autoestima y un autoconcepto más sanos.
La familia
puede apoyar también el aprendizaje cuando, en vez de estudiar con el niño o
responderle ante una duda, ayuda a reflexionar sobre el tema y facilita que sea
el propio alumno el que encuentre la solución por sí mismo. Nada refuerza más
que encontrar la solución a un problema que se nos atasca y la familia debe ser
ese caldo de cultivo que estimula a buscar, no a aceptar una respuesta concreta
sin entenderla.
Y tampoco
está de más el recalcar y recordar que no debemos intentar fomentar el estudio
en una familia haciendo comparaciones, ya que eso sólo genera expectativas que
se pueden torcer y generar problemas… si a mí me comparan con pepito y pepito
es de sacar diez en todas… pues vamos listos.
7. Orientar el
aprendizaje de los alumnos. No hay dos personas iguales y por ello, no puede
haber dos enseñanzas iguales. Los ríos de la Península Ibérica son los mismos
para todos, pero no todos podrán aprendérselos de la misma forma. Por ello, una
adecuada orientación debería incluir esta pequeña matización, aludiendo a
diferentes tipologías de aprendizaje.
Hay que
ayudar al estudiante a hacer “suyos” los contenidos, no olvidemos que la mente
de un adolescente aún se basa en una estructura muy “simbólica” para ciertos
conceptos que se comprenderán más adelante en la vida adulta. Tenemos aún una
personalidad en desarrollo, caracterizada por los sesgos egocéntricos y por una
forma de ver el mundo muy peculiar. Tan peculiar, que algún amigo nuestro la
llamaba “aborrescencia” y debemos afirmar que a veces el término resulta más
que adecuado.
La energía siempre estará ahí. Por
ello, siempre es posible la motivación. No es tarea fácil rascar para que
aflore cuando tenemos un problema, pero no es imposible lograrlo con esfuerzo. De
hecho, todo comportamiento es motivado. Incluso el comportamiento de fracaso
académico. Luego, por ello, no es correcto decir que un estudiante que va mal
no está motivado, porque lo está. Sólo que no lo está en la dirección
pretendida del aprendizaje. Ni en la dirección pretendida en casa.
Para que una conducta se mantenga
es preciso el reforzamiento de la misma. Para que una conducta reciba un
reforzamiento deben cumplirse unas reglas. Si no se cumplen esas reglas, el
reforzamiento se pierde y es posible que la conducta vaya perdiendo fuerza y se
derive hacia otras metas.
Descubrir la razón por la que
ocurre esto es fundamental y a ello dedicaremos el tercer capítulo de esta
serie, abordando los factores que hacen que la motivación discurra por el lado
pretendido o se tuerza hacia el conflicto.
Continuará…
Autor:
Aitor Jaén Sánchez
Psicólogo, Terapeuta Ocupacional.
www.lasbatallasdelamente.blogspot.com
© Reproducción autorizada citando
la fuente.
**NOTAS:
1. Concepto y teorías de la motivación:
2. Sampascual Maicas, G. (2004) Psicología de la Educación. Tomo I. Págs. 285-313. Madrid: UNED
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1. Concepto y teorías de la motivación:
2. Sampascual Maicas, G. (2004) Psicología de la Educación. Tomo I. Págs. 285-313. Madrid: UNED
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